domingo, 30 de noviembre de 2008

Un canto a los corazones que jamás conmoveremos.

Al lector.


Afanan nuestras almas, nuestros cuerpos socavanLa mezquindad, la culpa, la estulticia, el error,y, como los mendigos alimentan sus piojos,Nuestros remordimientos, complacientes nutrimos.

Tercos en los pecados, laxos en los propósitos,Con creces nos hacemos pagar lo confesadoY tornamos alegres al lodoso caminoCreyendo, en viles lágrimas, enjugar nuestras faltas.

En la almohada del mal, es Satán TrimegistoQuien con paciencia acuna nuestro arrobado espírituy el precioso metal de nuestra voluntad,íntrego se evapora por obra de ese alquímico.

¡El diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!A los objetos sórdidos les hallamos encantoE, impávidos, rodeados de tinieblas hediondas,Bajamos hacia el Orco un diario escalón.

Igual al disoluto que besa y mordisqueaEl lacerado seno de una vieja ramera,Si una ocasión se ofrece de placer clandestinoLa exprimimos a fondo como seca naranja.

Denso y hormigueante, como un millón de helmintos,Un pueblo de demonios danza en nuestras cabezasY, cuando respiramos, la Muerte, en los pulmonesDesciende, río invisible, con apagado llanto.

Si el veneno, el puñal, el incendio, el estupro,No adornaron aún con sus raros dibujosEl banal cañamazo de nuestra pobre suerte,Es porque nuestro espíritu no fue bastante osado.

Mas, entre los chacales, las panteras, los linces,Los simios, las serpientes, escorpiones y buitres,Los aulladores monstruos, silbantes y rampantes,En la, de nuestros vicios, infernal mezcolanza

¡Hay uno más malvado, más lóbrego e inmundo!Sin que haga feas muecas ni lance toscos gritosConvertiría, con gusto, a la tierra en escombroY, en medio de un bostezo, devoraría al Orbe;

¡Es el Tedio! -Anegado de un llanto involuntario,Imagina cadalsos, mientras fuma su yerba.Lector, tu bien conoces al delicado monstruo,-¡Hipócrita lector -mi prójimo-, mi hermano!

Charles Baudelaire.

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