lunes, 17 de agosto de 2009

Pienso, luego no existo

La teoría cartesiana que sustenta su existencia en el pensamiento consciente del yo, es la mayor prueba de individualismo y a la vez de una soberbia característica y consecuente del intelecto; no se prueba la existencia misma, sino la existencia del sujeto pensante, pero si la mosca tendría una pizca de intelecto también ella se sentiría el centro volante del universo.

El intelecto, que produce en todos los casos este hinchazón de soberbia es un no-instinto que permite la conservación sobrevalorando la existencia, no existe una misión ulterior para él nos hace creer que somos, al igual que la mosca, el centro pensante y entonces se comete el peor crimen, el crimen contra la vida, y su naturaleza.

¿Se me ha entendido? el hombre y su intelecto antinatura son los que vienen enfermando a la tierra.

Una herramienta tan artificial como el pensamiento abstracto o el simbólico en contra de la naturaleza y su sabiduría basada en los instintos, en el automatismo dionisiaco, esta es una realidad fáctica y muy notoria por cierto, basta ver el impacto ambiental del que el hombre es autor y principal asesino.

Y dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra, y manden en los peces del mar y en las aves del cielo, y en las bestias y en todas las alimañas terrestres, y en todos los reptiles que reptan por la tierra.

Este es el amor que Dios cristiano muestra al mundo dándole potestad al animal más enfermo, al único que cabe en la definición de bestia y por cierto el más interesante también.


Póstumo.

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